Planifican crear un banco de cerebros en República Dominicana para estudiar el Alzheimer
SANTO DOMINGO. Recibir de donantes el cerebro de pacientes fallecidos con y sin Alzheimer para instalar en el país un banco de cerebros es la próxima etapa de una investigación sobre la enfermedad en la que está inmersa desde hace más de 10 años la profesora e investigadora Daisy Acosta.
La doctora está consciente de que instalar un banco de cerebros para avanzar en la búsqueda de una cura para el Alzheimer tendría como obstáculo superar creencias populares, pero sigue adelante con sus planes, junto a la Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña (UNPHU) y la asesoría de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM). “Esos cerebros tienen que almacenarse en formol y congelarse a menos 70 grados”, dice.
El Alzheimer es la forma más común de demencia entre las personas mayores. Afecta la memoria, el pensamiento y el comportamiento. Las causas se estudian, aunque se ha determinado que hay factores de riesgo que precipitan que se presente a más temprana edad. Su tratamiento es costoso; en el país Acosta calcula que un paciente puede gastar unos US$5,000 al año y critica que no esté cubierto por el seguro de discapacidad.
Acosta es sicogeriatra y profesora de Geriatría en la UNPHU. Su área de investigación son las demencias y otras enfermedades crónicas. Aunque duda que a 2025 se cumpla la meta de encontrar una cura para el Alzheimer, no deja de interesarle trabajar por ese objetivo y para que la gente viva con menos discapacidad. En 2003 comenzó junto con un equipo un estudio sobre la prevalencia de la demencia, tomando como muestra 2,000 personas con 65 años o más de los barrios capitalinos Villa Francisca, San Carlos, Mejoramiento Social, Ciudad Colonial y zonas aledañas, por ser áreas típicas del país.
Explica que tocaron 56,000 puertas hasta encontrar la población requerida, a la que se le dio seguimiento en base a un protocolo para examinar su sangre, modo de vida, nutrición, grado de actividad, religiosidad y aparato cognitivo, entre otros. “Nuestro adulto más mayor tenía 103 años (…), estaba cognitivamente intacta, lo que es muy ilustrativo porque nos dice que la vejez y la enfermedad de Alzheimer no son dos cosas iguales”, recuerda.
La primera etapa de prevalencia se terminó en 2007. Acosta destaca que, contrario a la hipótesis de que en la población con alto grado de herencia africana la prevalencia de demencia era menor, se encontró que en los países como la República Dominicana es igual a la de las naciones ricas.
“En esa población tenemos una prevalencia de demencia de 11.6 por ciento (…), lo que quiere decir que tenemos 10 millones de habitantes, con una población geriátrica de más o menos siete por ciento, quiere decir que tenemos más o menos unas 90,000 personas con la enfermedad”, dice.