ARTÍCULO PUBLICADO POR EL PERIÓDICO LISTÍN DIARIO EL DIA VIERNES 24 DE MARZO DE 2006, ESCRITO POR NUESTRO RECTOR ARQ. MIGUEL FIALLO CALDERÓN
La UNPHU cumplirá próximamente 40 años ininterrumpidos al servicio de los más altos intereses de la educación superior dominicana, logro que llena de satisfacción, no sólo al país, sino también a los miles de egresados que han salido de sus aulas cobijadas bajo el nombre de ese insigne humanista dominicano que fue, sin lugar a dudas, Don Pedro Henríquez Ureña, el intelectual dominicano que más relieve internacional ha logrado y un académico a carta cabal.
Al asumir la Rectoría de mi Alma Máter, como primer rector egresado de ella, lo hice consciente de que la primera universidad privada de Santo Domingo, tenía entre sus fortalezas una pléyade de egresados que se han distinguido en sus respectivas profesiones, a través de varias generaciones.
La Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña abrió sus puertas auspiciada por la Fundación Universitaria Dominicana de ayer. Estuvo integrada por pioneros y visionarios que lo arriesgaron todo para que el país estuviera dotado de una institución privada, apolítica, y sin fines de lucro, es decir, una universidad vanguardista y diferente a las de su época, proyecto que hicieron posible con su abnegación, sacrificio, entusiasmo y fe, hombres y mujeres admirables, a quienes el destacado intelectual y periodista Federico Henríquez Gratereaux definió, en un artículo aparecido en LISTÍN DIARIO de ese tiempo, como “un capital humano de inversión que este país no podía darse el lujo de perder”: los profesores fundadores.
Nuestra universidad, nacida bajo condiciones muy especiales, y por la que han pasado grandes eminencias del saber, tiene en especial una deuda de gratitud eterna con sus fundadores, cuya memoria está grabada en el bronce inmortal que adorna la entrada del Campus I, para invitar a la reflexión y servir de émulo a los jóvenes estudiantes y profesionales que hoy ingresan a sus aulas en búsqueda de los conocimientos y la formación integral que requerirán para desenvolverse exitosamente en el competitivo mundo de hoy.
Recientemente, en la primera tirada de un nuevo periódico de circulación nacional, se destacaba un caso jurídico que se debate actualmente en los tribunales, en el cual se reseñaban los datos más sobresalientes de los abogados de ambas partes, los de la barra de la defensa y los de la parte demandante. De estos prestigiosos y distinguidos juristas, ocho de catorce son egresados de diferentes promociones de la UNPHU. Otros, por su edad, graduados antes de la creación de la universidad, son o han sido profesores de este centro de estudios.
Pero eso no es un hecho aislado: nuestra Facultad de Ciencias de la Salud, acreditada por el Gobierno Federal de los Estados Unidos de América hasta el año 2010, con sus escuelas de Medicina, Odontología y Farmacia, ha contribuido con un gran número de egresados prestigiosos, a poner muy en alto, no sólo a su Alma Máter, sino también al país en tierras extranjeras.
La Facultad de Arquitectura y Artes, que aloja la primera Escuela de Arquitectura del país, ha formado los arquitectos que, de manera decisiva, han contribuido a cambiar el perfil urbano de nuestras ciudades en los últimos años.
La Facultad de Ciencias Agropecuarias y Recursos Naturales, que tantas promociones de agrónomos y veterinarios ha graduado, incide positivamente en el desarrollo de actividades importantes para la autosostenibilidad de la nación. La Facultad de Ciencias y Tecnología, que agrupa las ingenierías y las ciencias básicas, entre cuyos profesores se ha contado con los que pueden llamarse “padres de la ingeniería dominicana”.
La Facultad de Humanidades, pionera en la formación de maestros en el país, haciendo honor al nombre que lleva nuestra universidad.
Finalmente, la Facultad de Ciencias Económicas, preparando licenciados en carreras tales como Mercadotecnia, Economía y Hotelería, tan necesarias en una economía de servicios como la nuestra.
Quiero destacar, y es el objetivo de este artículo, que la UNPHU, al arribar a sus cuatro décadas, se encuentra fortalecida y en proceso de consolidación de todas sus instalaciones en su moderno Campus II.
La Universidad Nacional Pedro Henríquez Ureña, asentada en un Campus envidiable, adecuado a las necesidades presentes y futuras, con 250 mil metros cuadrados enclavados en una zona privilegiada de la ciudad de Santo Domingo, con acceso a dos importantes vías de comunicación, como son la avenida John F. Kennedy y la avenida de Los Próceres, cuenta con un balance armonioso entre edificaciones, áreas verdes y campos deportivos. Posee una Biblioteca Central de cuatro pisos con 65,000 volúmenes, un auditorio con capacidad para 800 personas, el edificio que aloja la Escuela de Arquitectura, y edificaciones de varios niveles de aulas, dotadas de las comodidades y facilidades de la época moderna, así como varios laboratorios de informática y la edificación del Liceo Experimental UNPHU.
Asimismo, la Universidad cuenta con una Finca en Nigua, con cerca de 12 mil tareas para fines de investigación y extensión, un Recinto en La Vega, con más de 1,000 estudiantes, y sobre todo, capacidad para proyectarnos en los próximos 15 a 20 años. De forma tal, que estos festejos nos encuentran en una significativa y trascendente etapa de relanzamiento y adecuación a los nuevos tiempos.
Además, seguimos realizando alianzas con universidades extranjeras que han reconocido el prestigio y fortalezas de nuestra institución y se apresuran a ubicarse para competir en este mundo globalizado, y en esta época, también llamada “La Era del Conocimiento”.
Finalmente, quiero referirme a la Fundación Universitaria Dominicana de hoy, nuestra patrocinadora y sustentadora de siempre. En esta nueva coyuntura, se presenta remozada, con una nueva bancada de egresados destacados en sus diversas actividades profesionales, deseosos de colaborar con la que fuera su Alma Máter.
Invito pues, a todos los egresados que exhiben orgullosos sus títulos, a cerrar filas con un “espíritu de cuerpo” con nuestras autoridades para emprender la marcha hacia cimas cada vez más altas, con la frente en alto, recordando siempre el lema que exhibe nuestro escudo, que reza: “Todo aquel que tenga algo que enseñar o que aprender será bien recibido”.