POR MINERVA ISA Y ELADIO PICHARDO Y 13
Un poco más y el paisaje universitario será transfigurado. Un decenio, veinte años quizás, irán abriendo espacio a la transformación, a un renovado sistema de educación superior en el que se posicionarán nuevas mentalidades, enfoques diferentes, conductas asertivas, proactivas, encarnadas en una nueva generación, niños y niñas nacidos en el siglo XXI que ya están en las aulas, tus hijos o tus nietos, la “Generación.Net” que perfilará el futuro.
Entre los remanentes del pasado, con ellos comenzaría a surgir un país distinto al que hoy desintegra la pobreza, corrupción y delincuencia, si una educación de cobertura universal, de alta calidad y pertinencia eleva el índice de desarrollo humano. Emergería una nueva sociedad con mayor o menor nivel de desarrollo, equidad, justicia y solidaridad, dependiendo de la formación que escuelas y universidades les ofrezcan en ciencias y en valores, en ética y bioética, si se gana igualdad socioeconómica y la forja de recursos humanos calificados no se reduce a minorías estudiantiles.
La generación del 2000, germen del nuevo liderazgo nacional, ya empezó a recibir sus primeros nutrimentos escolares en el nivel inicial y primer año de primaria. Pronto serán adolescentes, y un poco más los jóvenes que dirigirán sus pasos hacia un instituto técnico superior o la universidad, a los que desde hoy habrá que comenzar a acondicionarles el escenario académico del siglo XXI, sustentado en los cuatro pilares educativos planteados por la UNESCO: aprender a ser, aprender a aprender, aprender a hacer y aprender a compartir.
¿Científicos o “chiriperos”?
Dos millones y medio de niños, niñas, adolescentes y jóvenes desde el grado inicial a la secundaria recién dieron apertura al año lectivo 2007-2008. Constituyen la materia prima con que se modelará en el proceso de enseñanza-aprendizaje el capital humano de que dispondrá el país para implementar el modelo económico y social en el devenir del siglo XXI.
¿Cuántos llegarán a la universidad o a un instituto técnico superior? ¿Cuántos se quedarán en el camino? ¿Desertarán? ¿Serán ingenieros, investigadores o cientistas, se inclinarán por la genética, la robótica y la mecatrónica o, por el contrario, los expulsará el sistema y se convertirán en narcotraficantes, limpiavidrios y “buscones”, prostitutas o delincuentes?
La respuesta, a la par con la inteligencia y voluntad de estos muchachos y muchachas, la darán los responsables de romper las barreras de la desigualdad y la exclusión, la pobreza y la ignorancia. La ofrecerán los encargados de estructurar un nuevo modelo educativo, de orientar su formación, de guiarlos, de crear la universidad del mañana: sus padres, las autoridades gubernamentales, la comunidad académica, toda la sociedad.
Para ellos habrá que conformar una educación superior de calidad, pertinencia y equidad, sin la acentuada segmentación actual entre ricos y pobres, sin las altas tasas de deserción. Universidades que cumplan con excelencia sus funciones, dotadas de buena infraestructura, un cuerpo profesoral capacitado y justamente remunerado, un currículo actualizado y una metodología pedagógica que enseñe a pensar y razonar. Universidades que optimicen el uso de la tecnología y utilicen las nuevas técnicas para fortalecer las inteligencias múltiples y las diversas formas de adquirir, crear y difundir el conocimiento, donde educadores y alumnos se involucren seriamente en la investigación y la extensión.
Entre los niños y niñas de la “Generación.Net” están los futuros gobernantes y empresarios, unos cuantos serán científicos, investigadores, expertos en biotecnología y nanotecnología, doctores en inteligencia artificial y especialistas en biónica que ocuparán, quizás, altos sitiales en una sociedad que privilegie la “meritocracia educativa”, donde aquellos con calificaciones técnicas superiores formarán nuevas élites que se abrirán paso entre las fundamentadas en el dinero, el poder o la aristocracia heredada.
Que no se les defraude
Unos años más y estos niños y niñas que hoy tienen sus primeros contactos con la escuela, serán jóvenes con la ilusión de tener una profesión, un doctorado y postdoctorado, quintaesencia de su realización, y no hay razón para la frustración, para el desengaño. Su título universitario no deberá estar devaluado, huero de conocimientos, y egresen de las academias con las competencias requeridas para que empresas locales y extranjeras no tengan que seguir importando técnicos calificados.
Tal vez para entonces los sectores productivos hayan establecido los necesarios vínculos con el sistema de educación superior, y se logre una mayor inversión estatal en el sector, con un uso racional de los recursos. Quizás existan mecanismos permanentes de financiamiento de la investigación. ¿Y por qué no?, universidades inmersas en la generación de conocimiento y nuevas tecnologías, innovando, creando, en las que cientistas e ingenieros trabajen en áreas prioritarias: energía, biotecnología, tecnologías de la información, de la comunicación y ciencias básicas.
Posiblemente haya universidades investigando en genética, medicina, neurociencia, inmersas en el mundo de las ciencias físicas y biológicas, con carreras orientadas hacia los biocombustibles, cognitrónica y telequinética, que se involucren en la manufactura molecular, en la construcción de estructuras complejas átomo por átomo o más diminuto aún, o tal vez en nucleónica cuántica, en fuentes móviles y no contaminantes de energía nuclear.
Mas, no sólo de ciencia y tecnología se nutrirán los hombres y mujeres del siglo XXI. Su condición humana debe ser fortificada con una educación en valores, con principios éticos y morales inculcados en el hogar y las aulas, donde reciban una formación que contribuya a lograr un profesional de alta calidad humana, que considere su profesión como un servicio social y como impulsor del desarrollo.
Una educación en valores que le permita su realización personal y refuerce el compromiso con la transformación de su entorno familiar y social, les ayude a vivir en armonía con sus semejantes y con la naturaleza, y a la construcción permanente de una nueva sociedad, más democrática, solidaria, transparente, en la que encuentre expresión la justicia social y una cultura de paz. Edificarla amerita cambios radicales, un nuevo modelo de educación superior.
Nuevo modelo
La construcción del nuevo modelo de educación superior que el presente y el futuro inmediato nos reclaman deberá estar articulada de la enseñanza básica y media, estructurada dentro de un sistema educativo integral, capaz de formar los profesionales competentes que el mercado laboral necesita, y de participar activamente, a través de la investigación y la extensión, en la búsqueda de soluciones sostenibles a la problemática económica y social dominicana, contribuyendo a erradicar la ignorancia, la pobreza y la exclusión.
Sus lineamientos tendrían que enmarcarse en un proyecto de nación que no se circunscriba a los cuatro años de un gobierno y rompa con la discontinuidad, la improvisación y la inmediatez. Y que, además de largas miras, sea fruto del consenso de la sociedad, permita una inserción favorable en el contexto internacional e influya en la promoción de una globalización capaz de superar el paradigma neoliberal imperante. Una globalización con rostro humano, con ética, equidad, inclusión, seguridad, sostenibilidad y desarrollo humano. Un modelo con solidaridad, muy distinto al de corte neoliberal que nos imponen.
Las reformas en el sistema de educación superior tienen que involucrar a todos sus protagonistas, al profesor y al alumno, estar ancladas en nuestra realidad, impulsando un desarrollo con una concepción propia y endógena, y sobre esa base, integrarnos al sistema mundial. No procede copiar modelos foráneos cuando el escenario sociopolítico y económico del país es otro. Tenemos nuestras propias realidades, y es posible adaptar modelos entroncados en los nuevos paradigmas, pero el fondo del proceso debe ser lo suficientemente coherente con la problemática dominicana.
Desarrollando el talento nacional, el país podría generar nuevas oportunidades y crear las bases económicas para insertarse en el mundo globalizado, alcanzando nuevos estadios de desarrollo que le permitan accionar en entornos complejos y diversos, conformando una nueva sociedad enraizada en los viejos y postergados anhelos de desarrollo sostenible, justicia y equidad.
Hacia dónde irá el sector
Consciente de que la educación superior no ha alcanzado las condiciones óptimas que exige la sociedad del conocimiento, la SEESCYT da seguimiento a las recomendaciones del Foro Presidencial por la Excelencia de la Educación, efectuado en febrero de 2007, entre ellas un Plan Decenal que planifique hacia dónde debe ir el sector en los próximos diez años. Paralelamente a su gestación, prosigue la evaluación quinquenal de las instituciones, iniciada con nueve en 2006, ahora trabajan en otras dieciocho, hasta abarcar las 45 existentes. “Si la evaluación arroja que hay universidades que estén muy por debajo de los parámetros, indudablemente que tienen que desaparecer, pero la mayor parte está haciendo el esfuerzo por superar sus deficiencias”, afirma la titular de la cartera, Melo de Cardona, al citar los principales problemas que aspiran superar y logros de su gestión:
–La educación superior es costosa y lo que se invierte todavía es muy bajo. — Baja cobertura, 26% de los jóvenes de 18-24 años, que se espera llevar a por lo menos un 50% en ese grupo de edad. – Saturación de carreras como Derecho y Contabilidad.—Forma de contratación del personal docente y aumentar los que tienen maestrías y doctorados. – Insuficiente cantidad de investigaciones y requerimientos de mayor inversión.
Logros: — Haber generado la dinámica de discusión y reflexión en las instituciones sobre la necesidad de cambiar y la actitud desarrollada en las autoridades universitarias. –Fortalecimiento del programa de becas. –Programa de inglés por inmersión, en el que se han formado 5,000 estudiantes. –Vinculación con los sectores productivos y otros que inciden en el desarrollo. — Financiamiento de investigaciones a través del FONDOCYT. – Programa Tarjeta Joven Universitaria.
Plan de Educación Superior
Cuando la nueva generación ingrese a la universidad ya habría finalizado el Plan Decenal que la SEESCYT discute con las universidades, cuyos objetivos son:
Que la educación sea un compromiso nacional, de interés especial de los sectores productivos en el nivel terciario, y contribuya al desarrollo sostenible de RD.
Incluir la ciencia y la tecnología en la agenda nacional y proyectarlas a la solución de los problemas del país, constituyéndose en un significativo impulso a la innovación y a la competitividad de los sectores productivos y de servicios, y un instrumento del desarrollo.
Elevar la calidad de la educación superior y de las investigaciones, mejorando la posición relativa del sector en su contribución a la mejora del ranking nacional en los indicadores internacionales, entre ellos el del Foro Económico, OCDE, Desarrollo Humano y Banco Mundial.
Convertir al país en un mejor y pertinente creador y productor de conocimiento.
Bibliografía
Agradecimiento
Ligia Amada Melo de Cardona, Jesús de la Rosa, Lorenzo Guadamuz, Frank D´Oleo, Amparo Chantada, Roberto Santana, Roberto Reyna, Antinoe Fiallo, Isidoro Santana, Ramón Flores, Radhamés Mejía, Julio Amado Castaños Guzmán, Miguel Escala, Francisco Cruz Pascual, Miriam Díaz, Mukien Adriana Sang, Ángel Hernández, Miguel Fiallo, Víctor Hugo De Láncer, Alberto Ramírez y al periodista Ubaldo Guzmán Molina.
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